Y allí estaba yo, totalmente agotada por haber tomado un Free Tour caminando por Santiago de Chile que había durado más de 4 horas. El punto de partida: La Plaza de Armas, un grupo de no más de 8 personas provenientes de Nueva York, Washington, Australia, Brasil, Chile y por supuesto, Venezuela. El recorrido inició con una breve explicación de la fundación de Santiago, basado en que ésta ocurrió como consecuencia de una historia de amor y la intención que tuvo Pedro de Valdivia en crear un reino para su amada (yo no estuve con el pana Pedro, así que no puedo dar fe de esos acontecimientos). Así caminamos, deteniéndonos para contemplar todos aquellos sitios que no deberíamos perdernos al visitar una ciudad como esa: museos históricos, el barrio Bellavista, Plaza Italia, El Biógrafo, el mercado de artesanos, la heladería Emporio La Rosa (donde días más tarde disfrutaría de un rico helado de Chocolate araucano y Tuttifrutis)... y si, es frutis, no es un error gramatical... así se llama el helado ok.
Un reducido grupo de turistas, decidimos continuar nuestro paseo hasta el Cerro San Cristóbal, muy cerca de La Chascona, conocido museo que antiguamente fue la casa de nada menos, el gran Pablo Neruda (un honor increíble visitar la casa de tu poeta favorito). La visita al cerro fue un tanto agotadora, subimos en funicular, y una vez arriba, absorbimos todo el smog que pudimos, ya que Santiago, aunque muy linda, está bastante contaminada y desde arriba es muy fácil apreciar la capa gris que la cubre.
6 de la tarde, luego de un gigantesco kebap decidimos emprender la ruta final de ese día: el Estadio Nacional.
Afortunadamente, el clima colaboraba: no muy frío - no muy caliente, temperatura aceptable para recorrer unas 10 cuadras más hasta el estadio. Mis pies me gritaban frenéticos que los dejara descansar, pero mi cerebro insistía en ordenarles que se comportaran como adultos, la jornada que tenían por delante no era sólo importante: era la causa que los había llevado hasta allí, era el justificativo de su presencia en un país desconocido, era el motor que me movía: Iba a ver a Paul McCartney.
Muy al fondo, prueba de sonido... es Paul? apresuraba el paso, arrastrando a mi pobre amiga, visiblemente cansada, pero esa voz... esa voz era todo lo que necesitaba la adrenalina para emprender su recorrido violento por mi cuerpo, dejando atrás la fatiga, dejando atrás el pasado, dejando atrás la vocecita que siempre me gritó que éste era un sueño difícil de alcanzar.
Primer choque: Cientos de miles de personas (que se transformarían en unas 54.999) hacían una cola interminable para entrar y yo no lograba encontrar mi puerta (en resumen: un alma caritativa me mostró en un mapa de acceso mi lugar, un tipo que sólo vendía franelas no entendió cuando le pregunté el precio de una porque allá les dicen "poleras", me compré cuanto periquito conseguí para que se hiciera notar que estaba en un concierto y un carabinero, o sea, un policía muy amable finalmente me dijo donde quedaba mi entrada). Llegamos... me despedí de mi amiga (Jessie, friend gracias!) - ella, exhausta por completo - yo, como el hombre en la luna, al poner el primer pie posterior a la reja de acceso, me sentía totalmente renovada.
Las siguientes 3 horas las resumo en: fotos, fotos, fotos y más fotos (miren las sillas vacías, se van llenando, se van llenando, se van llenando.... se llenooooooooooooó). De fondo: Beatles Chill Out...
9:00 de la noche, con una perfecta puntualidad digna de un inglés, bajan las luces e inicia una secuencia de fotos: Wings, Linda, Paul, George, Jet, Wix, Abe, Rusty, Brian, John... The Beatles... se acercaba el momento.
"And in the end the love you take is equal to the love, you make..." excitación... nervios... aplausos... gritos... nudo en la garganta... lágrimas en los ojos... Un hombre saluda... 55 mil personas gritan y aplauden... y Angie llora... Llora con las lágrimas del profundo amor que siente por ese hombre, que le enseñó a apreciar y adorar la música, ese hombre cuya voz es extremadamente familiar, ese hombre que nunca ha dejado de regalarle música al mundo, ese hombre que ha influenciado a miles de músicos, a generaciones... ese hombre que es un Icono, ese hombre que es un Beatle.
El momento siguiente fue muy borroso: recuerdo haberme sobrepuesto y cantado Jet (me encantan los coros de esa canción) y tuve que leer notas del show días después para saber que había iniciado con Hello, Goodbye... poco lo recuerdo, creo que lloré toda esa canción, creo que estaba en shock.
Las siguientes dos horas y media: Un par de pantallas gigantes espectaculares a los lados del escenario, un conjunto de músicos que son unas leyendas por sí solos, un sonido perfecto, coros elegantemente dibujados, una pantalla al fondo del escenario exageradamente nítida, y miles de personas (incluida yo) coreando cada una de las 33 canciones que formaron parte del setlist: un recorrido perfecto por su carrera: en solitario, con Wings, con The Beatles.
Momentos clímax: All my loving (que me llevó directo al momento en el que comprendí que había sido marcada de por vida, cuando tenía unos 8 años), Something (hermoso homenaje a George), Here today (sentido homenaje a John), A day in the life (el mayor privilegio escuchar esa joya en vivo), Live and let die (un escenario prendido en llamas, fuegos artificiales y el mejor sonido de toda la noche), Obladi Oblada (porque todos somos niños al escucharla) Helter Skelter (locura beatle y un Paul que todavía grita y rockea). Una voz perfectamente afinada y un hombre, que a sus 40 años de carrera no demostró ni una pizca de cansancio, y que se conectó con el público en inglés y en español, en todo momento.
Y el fin del concierto... el momento en el que mis pies me recordaron que me había sobrepasado en su uso, en el que mis piernas se durmieron antes que el resto de mi cuerpo, en el que mi cerebro sólo pensaba en irse a dormir... y en el que toda yo, el conjunto de hilos no físicos que me conforman, le hacían "Checked" a uno de los sueños más importantes de mi vida terrestre y me iba complacida, satisfecha y feliz sonriendo... sintiendo que nadie nunca entendería que soy una loca que danza en una colina...
Paul... thank you!
Love,
Angie
Un reducido grupo de turistas, decidimos continuar nuestro paseo hasta el Cerro San Cristóbal, muy cerca de La Chascona, conocido museo que antiguamente fue la casa de nada menos, el gran Pablo Neruda (un honor increíble visitar la casa de tu poeta favorito). La visita al cerro fue un tanto agotadora, subimos en funicular, y una vez arriba, absorbimos todo el smog que pudimos, ya que Santiago, aunque muy linda, está bastante contaminada y desde arriba es muy fácil apreciar la capa gris que la cubre.
6 de la tarde, luego de un gigantesco kebap decidimos emprender la ruta final de ese día: el Estadio Nacional.
Afortunadamente, el clima colaboraba: no muy frío - no muy caliente, temperatura aceptable para recorrer unas 10 cuadras más hasta el estadio. Mis pies me gritaban frenéticos que los dejara descansar, pero mi cerebro insistía en ordenarles que se comportaran como adultos, la jornada que tenían por delante no era sólo importante: era la causa que los había llevado hasta allí, era el justificativo de su presencia en un país desconocido, era el motor que me movía: Iba a ver a Paul McCartney.
Muy al fondo, prueba de sonido... es Paul? apresuraba el paso, arrastrando a mi pobre amiga, visiblemente cansada, pero esa voz... esa voz era todo lo que necesitaba la adrenalina para emprender su recorrido violento por mi cuerpo, dejando atrás la fatiga, dejando atrás el pasado, dejando atrás la vocecita que siempre me gritó que éste era un sueño difícil de alcanzar.
Primer choque: Cientos de miles de personas (que se transformarían en unas 54.999) hacían una cola interminable para entrar y yo no lograba encontrar mi puerta (en resumen: un alma caritativa me mostró en un mapa de acceso mi lugar, un tipo que sólo vendía franelas no entendió cuando le pregunté el precio de una porque allá les dicen "poleras", me compré cuanto periquito conseguí para que se hiciera notar que estaba en un concierto y un carabinero, o sea, un policía muy amable finalmente me dijo donde quedaba mi entrada). Llegamos... me despedí de mi amiga (Jessie, friend gracias!) - ella, exhausta por completo - yo, como el hombre en la luna, al poner el primer pie posterior a la reja de acceso, me sentía totalmente renovada.
Las siguientes 3 horas las resumo en: fotos, fotos, fotos y más fotos (miren las sillas vacías, se van llenando, se van llenando, se van llenando.... se llenooooooooooooó). De fondo: Beatles Chill Out...
9:00 de la noche, con una perfecta puntualidad digna de un inglés, bajan las luces e inicia una secuencia de fotos: Wings, Linda, Paul, George, Jet, Wix, Abe, Rusty, Brian, John... The Beatles... se acercaba el momento.
"And in the end the love you take is equal to the love, you make..." excitación... nervios... aplausos... gritos... nudo en la garganta... lágrimas en los ojos... Un hombre saluda... 55 mil personas gritan y aplauden... y Angie llora... Llora con las lágrimas del profundo amor que siente por ese hombre, que le enseñó a apreciar y adorar la música, ese hombre cuya voz es extremadamente familiar, ese hombre que nunca ha dejado de regalarle música al mundo, ese hombre que ha influenciado a miles de músicos, a generaciones... ese hombre que es un Icono, ese hombre que es un Beatle.
El momento siguiente fue muy borroso: recuerdo haberme sobrepuesto y cantado Jet (me encantan los coros de esa canción) y tuve que leer notas del show días después para saber que había iniciado con Hello, Goodbye... poco lo recuerdo, creo que lloré toda esa canción, creo que estaba en shock.
Las siguientes dos horas y media: Un par de pantallas gigantes espectaculares a los lados del escenario, un conjunto de músicos que son unas leyendas por sí solos, un sonido perfecto, coros elegantemente dibujados, una pantalla al fondo del escenario exageradamente nítida, y miles de personas (incluida yo) coreando cada una de las 33 canciones que formaron parte del setlist: un recorrido perfecto por su carrera: en solitario, con Wings, con The Beatles.
Momentos clímax: All my loving (que me llevó directo al momento en el que comprendí que había sido marcada de por vida, cuando tenía unos 8 años), Something (hermoso homenaje a George), Here today (sentido homenaje a John), A day in the life (el mayor privilegio escuchar esa joya en vivo), Live and let die (un escenario prendido en llamas, fuegos artificiales y el mejor sonido de toda la noche), Obladi Oblada (porque todos somos niños al escucharla) Helter Skelter (locura beatle y un Paul que todavía grita y rockea). Una voz perfectamente afinada y un hombre, que a sus 40 años de carrera no demostró ni una pizca de cansancio, y que se conectó con el público en inglés y en español, en todo momento.
Y el fin del concierto... el momento en el que mis pies me recordaron que me había sobrepasado en su uso, en el que mis piernas se durmieron antes que el resto de mi cuerpo, en el que mi cerebro sólo pensaba en irse a dormir... y en el que toda yo, el conjunto de hilos no físicos que me conforman, le hacían "Checked" a uno de los sueños más importantes de mi vida terrestre y me iba complacida, satisfecha y feliz sonriendo... sintiendo que nadie nunca entendería que soy una loca que danza en una colina...
Paul... thank you!
Love,
Angie
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